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OPINION | LA DEMOCRACIA EN CRISIS: JORGE RAUL CRUZ VILLAGRAN, EX DIRIGENTE DE JODCA

Noticiero Demócrata Cristiano |

El año 2021 mantiene la atipicidad del año 2020, la diferencia es la certidumbre de la incertidumbre y con ello la necesidad de seguir adelante aún bajo las actuales circunstancias. El mundo antes del COVID19 ya estaba inmerso en una enorme crisis política que más bien era una crisis de la democracia tal y como hoy la conocemos. Las democracias, alrededor del mundo, no estaban dando las respuestas a las necesidades de las poblaciones y menos a las demandas ciudadanas, la problemática de la pandemia instalada solo desnudó las profundas carencias de nuestra institucionalidad pública. Esta situación nos debe llamar a la reflexión para repensar los paradigmas de nuestros sistemas políticos y así poder enfrentar los cambios que vienen. Superar los antiguos métodos y sistemas por otros que brinden soluciones a los nuevos retos de la humanidad.

Esta implacable realidad no es casualidad sino causalidad, pues aún y cuando en los últimos años han existido importantes avances en materia social (como nunca en la historia), gracias a las políticas aplicadas en varios países, estos cambios han generado una ola de inconformidad dentro de nuestras nacientes clases medias. Brasil, Chile, Colombia, Guatemala, Bolivia, Venezuela y Nicaragua; cada uno con sus particularidades, son ejemplos de inestabilidad política por un segmento de la población que se sabe merecedor de más, y que surge como consecuencia de su conciencia de lo que pudo ser y no será, de saber que por más que se esfuercen nunca alcanzaran lo que para otros es una condición adquirida por nacimiento. Un despertar de anhelos y aspiraciones que no se tenían cuando estaban inmersos en la pobreza, en la oscuridad y que, por supuesto, ha causado malestar. Esta crisis no es exclusiva de Latinoamérica, el caso de EEUU y otros países del mundo son dramáticos, grandes sectores de la población que se sienten excluidos y alimentan el radicalismo populista.

Se aúna a esto la frustración que genera la inmensa desigualdad existente entre la información recibida por los ciudadanos y su verdadera capacidad de participación e incidencia para decidir su destino. Gracias a las tecnologías de la información y la comunicación, hoy todo ciudadano es un reportero y la mediación que ejercían los medios de comunicación está desapareciendo. Ahora los ciudadanos se enfrentan ante la disyuntiva de conocer las interioridades del poder político y económico sin ser partícipes de la toma de decisiones y sin ser recipiendarios de los beneficios. Estas condiciones nos obligan a cuestionar el régimen establecido y repensar nuestros sistemas políticos para profundizar nuestras democracias, nos obligan a reinventarnos para tener la capacidad de estar a la altura de los tiempos, a la altura de nuestras necesidades. Pasar a una realidad en donde los ciudadanos reciban respuestas y en donde los políticos estén comprometidos con brindarlas. Puede ser que con la tecnología existente estemos a las puertas del ejercicio de una democracia participativa muy cercana a la directa o por lo menos con la capacidad e inmediatez de ella.

La pandemia también ha instalado una nueva forma de vida, los espacios públicos han sido suplantados por nuestras casas de habitación por el temor a ser contagiados. Los eventos políticos, deportivos y de espectáculos son una realidad del pasado y quién sabe si regresarán. Nuestra forma de interacción es ahora por medio del internet y las redes sociales, y en breve probablemente la moneda de circulación masiva sea una de tráfico virtual. El mundo actual es uno virtual. Probablemente nos dirigimos a que en corto plazo las elecciones políticas sean virtuales. Las plataformas virtuales han sido el espacio de incidencia y captación de adeptos de los extremismos ideológicos, lo que nos lleva a pensar en la seguridad y la gobernanza del internet (redes sociales) y la propiedad de los datos. Todos somos vulnerables y aún se discute como regular este espacio del cual gran parte de nosotros dependemos y nos vemos en riesgo ante amenazas latentes, de filtración, robo o manipulación de datos.

Es así que hay mucho para pensar, repensar y construir para anticiparnos a los hechos. Tener presente que existe una amenaza (real) que de no ser la democracia quien brinde las soluciones y sea la natural válvula de escape, será el extremismo ideológico quien haga sus veces llegando a una situación de polarización y enfrentamiento anti civilizatorio, de retroceso. Un escenario en el cual el equilibrio no se ventilará por medio de la institucionalidad democrática sino por medio de la imposición de la fuerza de minorías con mucho poder, por cualquier medio posible. Algo que parece improbable pero que ya ha ocurrido en el pasado y todos estamos de acuerdo de la incertidumbre que el presente nos puede traer.

Me parece que la Democracia Cristiana de nuevo es confrontada para que asuma su rol histórico, de ser la fuente de luz, la vía de salida, la voz de sabiduría y equilibrio que provea la válvula de escape para una mejora de nuestras democracias y que, a través del sistema republicano, permita un mayor bienestar para nuestros ciudadanos, brindando verdadera gobernabilidad para nuestros países. Hoy varios de nosotros dirigen países y espacios de alta incidencia, siendo referentes y voces éticas ante los desmanes, no solo de políticos, en el escenario mundial. Es ahí a donde estamos llamados, a ser esa voz sensata, real y ética de lo que se debe de hacer para enfrentar esta transición del antiguo al nuevo régimen. A generar una tercera vía, esa que trae paz, democracia, bienestar, racionalidad y sensatez. Ya lo hicimos en diversas oportunidades en el pasado, nuevamente somos nosotros quienes debemos hacer la transición de manera humana y pacifica utilizando como instrumento una política abierta e inclusiva, de diálogo, para la discusión y atención de todas las corrientes de pensamiento para la búsqueda de puntos en común en la diversidad. Puede que en nuestra percha, cada uno de nosotros estemos bien y cómodos, pero hoy no es donde debemos de estar. Hoy debemos buscar o crear los espacios que permitan fortalecer nuestras democracias con el objetivo de no perder lo ganado y reorientar la búsqueda del bien común. Para que se asiente que el único objetivo del Estado y la política, que es velar por el cumplimiento del bien común. Para hacer claro que quien quiera hacer dinero se dedique a la empresa, quien quiera fama se dedique al espectáculo… Para que el político tome su rol de ser esa especie de “juez social” que media entre las posiciones y permite los acuerdos mínimos y válvulas de escape para que las sociedades puedan seguir adelante.

La configuración de nuestra forma de pensar ha sido un largo proceso de observación, con luces y sombras, en donde hemos comprendido que los extremos no son el camino, que nos llevan indudablemente al enfrentamiento y a la destrucción, pírrica. Bien sabemos que el mercado y la política son sumamente importantes pero como un medio para servir al ser humano, subordinados a este, que somos parte de una sociedad y en la medida que uno esté bien los demás lo estarán, esto sin perder la irrepetible individualidad de cada quien, sin desmotivar su fuerza creadora como motor para el bienestar. Que el único objetivo a perseguir en política es ese, el del bien común, ese que lleva a una sociedad en su totalidad a estar y ser mejor.

Por ello debemos ir decididos hacia adelante. Todo líder sabe que la esperanza siempre debe estar presente y nunca debe perderse. Por ello, como líderes debemos inspirar y guiar sabiendo que todo es posible si lo creemos con convicción y lo perseguimos con planes reales para alcanzar los objetivos comunes. Debemos ser un faro de luz, la tercera vía, la de la Democracia Cristiana que debe salir nuevamente a relucir para articular y cohesionar para construir sociedades prosperas y justas. Para tender puentes de entendimiento, para asegurarnos que los radicalismos no nos desborden, para evitar que leyes injustas se impongan, para prevenir la vulneración de nuestras democracias.

Debemos seguir fortaleciendo nuestras plataformas de ODCA y JODCA para que sus miembros tomen su responsabilidad en sus países. Debemos incorporar nuevos liderazgos y fortalecer los actuales, también debemos pensar en la creación de una red intermedia entre la JODCA y la ODCA para que todos los que hemos participado en el pasado, pero que hoy no tenemos espacio donde seguir siendo parte, podamos aportar.


"La democracia hay que establecerla donde no la hay, consolidarla donde ya se ha establecido y perfeccionarla donde se ha consolidado"

Arístides Calvani