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OPINION | LATINOAMERICA, DEMOCRACIA Y ESPERANZA. DIPUTADO MARCO ADAME. PAN MEXICO
Noticiero Demócrata Cristiano
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El Salvador vive un ambiente de tensión
política luego de que el presidente Nayib Bukele enviara a las fuerzas armadas
al Parlamento con el fin de presionar a los legisladores para que aprueben la
negociación de un préstamo. Este intento de someter al congreso es a todas
luces anti democrático y autoritario. Pero más allá de este hecho,
Latinoamérica pasa por un periodo de incertidumbre económica, política y
social.
Muchos conflictos sociales han estallado en la
región. Recientemente se vivieron manifestaciones violentas en Chile tras el
alza de los costos del transporte, lo que ha derivado en un referendum que
definirá la posibilidad de una nueva Constitución; en Ecuador estallaron
protestas a causa de la eliminación de los subsidios a los combustibles; en
Colombia se dieron las manifestaciones más grandes de los últimos 40 años; y en
Bolivia tras el fraude electoral los movimientos sociales llevaron a la caída
de Evo Morales.
Además, hay que mencionar la corrupción que en
Perú ha llegado a niveles en que tres expresidentes están ligados al caso
Odebrecht; en Argentina tras la vuelta del populismo hay ya la postergación de
pagos lo que ha subido el riesgo país; y en Venezuela la crisis política y
humanitaria sigue sin ver la salida.
La falta de crecimiento económico es uno de los
principales problemas de América Latina, la cual tiene múltiples causas dentro
de las que destacan la "Gran Recesión" del 2008; el fin del
"boom de los commodities" en el 2013 -que había beneficiado a
Latinoamérica desde el 2000-; y la guerra comercial entre Estados Unidos y
China.
También debemos mencionar la grave situación de
inequidad. Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2019 del PNUD, el 10% más
rico de la población concentra el 37% de los ingresos -mayor que en cualquier otra
región- y el 40% más pobre recibe tan sólo el 13%, lo que hace que América
Latina sea considerada como la región más desigual del mundo.
Por otra parte, Latinoamérica sufre una grave
crisis de inseguridad. Tan sólo como ejemplo, según el "Estudio Mundial
sobre el Homicidio 2019" de la ONU, el continente americano reúne 37% de
los homicidios de todo el planeta y la mayoría de estos ocurren en América
Latina. La raíz de este mal se encuentra en el narcotráfico, el crimen
organizado y en un serio problema de impunidad.
Otro factor que ha aumentado el malestar social
han sido los escándalos de corrupción. Casos como el de "la Casa
Blanca" y "la estafa maestra en México; los "Panama
Papers"; el "Lava Jato" en Brasil y el "Odebrecht"
entre otros, han minado la confianza de la gente en sus gobernantes, en las
instituciones y en la democracia.
Según el "Informe Latinobarómetro 2018"
el porcentaje de gente insatisfecha con la democracia pasó de un 51% en el 2008
a un 71% en el 2018. Quienes prefieren un régimen autoritario que les garantice
la solución de sus problemas pasaron de 13% en el 2017 a 15% en el 2018. Y los
que se declaran "indiferentes" al tipo de régimen subieron de 16% en
el 2010 a 28% en el 2018.
Todo esto ha fomentado el surgimiento de
corrientes populistas que aprovechándose del malestar ciudadano han ganado
espacios con propuestas caudillistas y centralistas, basadas principalmente en
la estrategia de compra de votos mediante subsidios directos y en muchas
ocasiones con medidas autoritarias contrarias a los principios democráticos.
En suma, Latinoamérica padece de inestabilidad
política, incertidumbre económica y debilidad de las instituciones democráticas
que se encuentran bajo amenaza. El equilibrio de poderes está en riesgo cuando
no se respeta la independencia del Congreso como sucede en El Salvador y
Venezuela, o del Poder Judicial, o de los organismos democráticos como el INE
en México y las elecciones en Bolivia.
La vía democrática y el Estado de Derecho son el
mejor camino conocido para lograr el desarrollo y garantizar el respeto de las
libertades y de los derechos humanos. En Latinoamérica el camino hacia la
democracia ha sido largo y difícil y en muchas ocasiones ha costado dolor y
sangre, sobretodo en donde se vivió el yugo de las dictaduras militares.
La experiencia internacional ha demostrado que no
es a través de la militarización, del autoritarismo, ni del clientelismo
político, que se alcanzará el bienestar, sino a través del diálogo, del trabajo
y de la democracia.
Juan Pablo II llamó a América Latina el
"continente de la esperanza" y más allá del ámbito espiritual, hay
muchas razones para considerarlo así. Nuestra región es de las más ricas en
biodiversidad y recursos naturales y cuenta con un bono demográfico que garantiza
que la población trabajadora sea más que la población dependiente.
La respuesta está en consolidar las
instituciones democráticas y el Estado de Derecho como mecanismos para impulsar
las políticas públicas necesarias para garantizar el desarrollo, la equidad y
la seguridad que tanto urgen en nuestra región