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#COSTA RICA. DIPUTADO JOSE ROBERTO RODRÍGUEZ EN CONMEMORACIÓN DEL DIA DE LA PATRIA

Editor Noticiero DC |

Celebramos hoy el 189 aniversario de la independencia del Imperio Español y de la dependencia de nuestros ciudadanos para con autoridades gubernamentales extranjeras, pero ¿es válida esta celebración? Somos acaso un pueblo que ya no depende de ningún otro para poder ser libres, -libres en pensamiento y en acción-, para poder crecer y desarrollarnos, para dar seguridad y bienestar a nuestros ciudadanos, a nuestros hermanos, para sentirnos en nuestro país como en casa, o será acaso la antípoda de nuestro sentimiento?

Esta independencia firmada un 21 de octubre de 1821, representa una formalidad en la historia unida al colapso de un Impero que falló en su intento de orientar la diversidad de los pueblos, un Imperio que reprimió de mil formas la cultura local y sus creencias, creencias que se encontraban en el más alto y riguroso equilibrio con la naturaleza, de civilizaciones que deseaban vivir con lo preciso, lo necesario, de un Imperio que se vició con fuentes absurdas de oro y plata hasta la saciedad. Nunca supo cultivar estas fuentes de riqueza, que para nuestros nativos eran ofrendas a los dioses y a la naturaleza, de un Imperio que se llevó todo y no dio nada, de un Imperio que fuese llamado en un momento, el Imperio donde el Sol no se oculta, y que su gran ascenso solo le significó un gran descenso, el olvido y rezago.

La manifestación,  -somos independientes-, no es, ni debe ser solo un estribillo arraigado en el inconsciente colectivo, es un ícono, una forma de vivir, una forma de sentir la libertad y de ser más de lo que hemos sido, sin ataduras y sin prejuicios, sin críticas ni barreras mentales, es una forma de decir acá estamos y seguimos por el camino que nuestros antepasados buscaban, un sendero que no vio el derrame de la sangre de sus hijos, más buscaba la forma del pensamiento libre y la acción concatenada. Es menester, dejar de lado la cultura y las influencias foráneas, para sucumbir ante lo nuestro, lo propio, lo autóctono.

Independiente, es solo un título más de nuestra gran República, la República que grandes Héroes fundaron y consolidaron, la misma que ha sido violentada por modernos filibusteros y defendida con valentía y coraje con aquel recordado y vivo grito de “costarricenses”, emitido desde lo más profundo del pecho de uno de nuestros héroes.  

Ese título debe ser retomado, en tiempos donde la globalización nos despoja de lo propio, el materialismo extrae de nuestra razón la lógica de lo necesario y útil en función de la acumulación de riquezas. Han caído en lo absurdo del delito a cambios de formas fáciles de lograr lo que se les ha negado.  Vivimos abismales  niveles de inconformismo y sufrimiento, se ha dejado de lado el civismo trocándolo por idiomas extranjeros y adoptando costumbres importadas que responden a los estilos de modas extranjeras. La educación nacional se ha permeado de este virus, impidiéndole rescatar valores y formar ciudadanos conscientes de lo que es suyo, de su historia, de su glorioso pasado, de sus raíces indígenas y de sus riquezas culturales y naturales.

Nos encontramos camino a nuestro Bicentenario de vida independiente, 200 años de regir nuestro destino; dos siglos que algunos países de Suramérica y de Norteamérica han empleado para construir estados justos y naciones que aprecien lo propio. Grandes estados que han sufrido crisis, dictaduras, guerras, el racismo y la intolerancia hacia sus indígenas, naciones que aunque han enfrentado y siguen enfrentando tiranías y dificultades se han levantado y han surgido como ejemplos de trabajo y de valor. En estos 200 años hemos tomados decisiones correctas e incorrectas que nos deberían permitir ser una sociedad más justa y equitativa, una sociedad que crea en lo suyo. Auguramos una sociedad consciente de su vasto pasado, una sociedad que reconozca la diferencia entre lo imperecedero y lo efímero, que debe saber que su riqueza no está en sus bienes ni en sus ahorros,  niveles de inconformismo y sufrimiento, se ha dejado de lado el civismo trocándolo por idiomas extranjeros y adoptando costumbres importadas que responden a los estilos de modas extranjeras. La educación nacional se ha permeado de este virus, impidiéndole rescatar valores y formar ciudadanos conscientes de lo que es suyo, de su historia, de su glorioso pasado, de sus raíces indígenas y de sus riquezas culturales y naturales.

Nos encontramos camino a nuestro Bicentenario de vida independiente, 200 años de regir nuestro destino; dos siglos que algunos países de Suramérica y de Norteamérica han empleado para construir estados justos y naciones que aprecien lo propio. Grandes estados que han sufrido crisis, dictaduras, guerras, el racismo y la intolerancia hacia sus indígenas, naciones que aunque han enfrentado y siguen enfrentando tiranías y dificultades se han levantado y han surgido como ejemplos de trabajo y de valor. En estos 200 años hemos tomados decisiones correctas e incorrectas que nos deberían permitir ser una sociedad más justa y equitativa, una sociedad que crea en lo suyo. Auguramos una sociedad consciente de su vasto pasado, una sociedad que reconozca la diferencia entre lo imperecedero y lo efímero, que debe saber que su riqueza no está en sus bienes ni en sus ahorros,  sino en su conocimiento, en sus valores, en sus tierras, en sus manantiales, en sus bosques y en sus ciudadanos.

La verdadera independencia llegará cuando nos liberemos a nosotros mismos, esta no se obtiene por decreto ni por ley, se conquista con la práctica habitual e inalienable.