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Merkel busca limitar el poder de los liberales en la coalición

Editor Noticiero DC |


La canciller alemana, Angela Merkel, reflexionará con serenidad y sin apremios para formar su nuevo gobierno, que espera tener listo antes del 20° aniversario de la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre. Pero ya anticipó que aprovechará el cambio de coalición para aumentar el peso de la democracia cristiana en el gabinete y darle al Partido Liberal Demócrata (FDP) el lugar que le corresponde en función de su caudal electoral.

Merkel, que obtuvo un mandato condicionado para dirigir el país hasta 2013, dijo que le gustaría tener formado el nuevo gobierno para "recibir a los jefes de Estado y de gobierno que llegarán a Berlín" para asistir a esa histórica celebración.

El proyecto de reducir el peso específico de sus aliados amenaza con transformarse en el primer tema de fricción con el líder liberal Guido Westerwelle, que surgió de las elecciones de anteayer como el hombre clave del nuevo tablero político. Apoyado por el 14% de los votos, el mejor resultado electoral en la historia del FDP, Westerwelle advirtió que no aceptará modificaciones en la relación de fuerzas dentro de la coalición.

El equilibrio 50-50 que caracterizó a la Grosse Koalition que gobernó desde 2005 hasta 2009 traducía simplemente el peso respectivo de los aliados. Los dos partidos habían obtenido un virtual empate en las urnas, que arrojó una fuerza equilibrada en el Bundestag: 226 diputados de la democracia cristiana (CDU) y 222 del Partido Social Demócrata (SPD). En el próximo Parlamento, en cambio, la CDU/CSU de Merkel tendrá un bloque de 241 legisladores contra 93 del FDP.

La segunda divergencia puede surgir de la diferencia de métodos que tienen los dos aliados para abordar las prioridades de la agenda política y económica.

La principal urgencia consiste en decidir las medidas de acompañamiento necesarias para sostener la reactivación económica. La recuperación que comenzó a insinuarse en el segundo trimestre no modificó la reticencia de los bancos a facilitar el crédito, sobre todo a las pymes, que representan la columna vertebral de la economía alemana.

El incesante aumento del desempleo, que afecta a 3,9 millones de personas, es otra prioridad que deberá enfrentar la coalición. Pese a todo, las perspectivas para el período julio-septiembre son moderadamente optimistas. El dilema ahora consiste en desmantelar el programa de sostén adoptado en el último año. Pero ese proceso deberá ser gradual para no provocar una recaída y, al mismo tiempo, será preciso estimular la reactivación en sectores precisos que deberán permanecer en terapia intensiva durante algunos meses más.

Debates

En los próximos dos meses, la nueva coalición tendrá que definir la posición que deberá defender Alemania en la conferencia sobre cambio climático que se realizará en Copenhague en diciembre. "Los trabajos preparatorios son insuficientes", declaró Merkel la semana pasada antes de asistir a la cumbre del G-20 en Pittsburgh. Ese tema puede abrir un serio debate con sus aliados liberales, pues Westerwelle no considera el tema ecológico una prioridad.

En forma paralela, Merkel decidió hace tiempo intensificar el desarrollo de tecnologías verdes para que, a largo plazo, puedan alimentar el modelo exportador. Ese programa prevé fabricar millones de autos eléctricos antes de 2020 y desarrollar las energías eólica y solar para reemplazar el petróleo y el gas.

Westerwelle también quiere lanzar rápidamente la liberalización del régimen laboral a fin de facilitar las contrataciones y los despidos. Pero Angela Merkel tiene menos prisa y es partidaria de una reforma más moderada para que ese tema no cristalice una oposición encabezada por los sindicatos y el PSD, y permita una resurrección política de los socialdemócratas.

La nueva coalición deberá definir rápidamente las posiciones que sostendrá en la etapa de construcción europea que se abre en los próximos días. Luego de la formación del nuevo Parlamento Europeo, el nombramiento de José Manuel Durão Barroso para un nuevo mandato de cinco años, las elecciones parlamentarias de Alemania y Portugal y el referéndum en Irlanda sobre la Constitución, los 27 tendrán ahora que definir los próximos objetivos de la UE. Esa tarea, aparentemente anodina, es crucial para un bloque en el que cada país tiene una idea diferente de Europa.

La primera pregunta que deberán responder Merkel y Westerwelle es si desean que el eje franco-alemán siga siendo el verdadero motor de la construcción europea. Aunque no los seduzca demasiado la perspectiva de trabajar con el presidente Nicolas Sarkozy, es evidente que en el actual contexto Alemania no tiene otras opciones al alcance de la mano.

El nuevo gobierno también deberá intervenir con urgencia para reformar el sistema bancario alemán. La crisis reciente demostró las fallas de los mecanismos de supervisión. Sólo la enérgica intervención del gobierno evitó la caída de varios bancos regionales. La democracia cristiana y los liberales no tienen la misma idea sobre la forma de actuar. El FDP teme que el proyecto de reunificar los actuales organismos de control pueda poner en peligro la independencia de la Bundesbank.

El otro tema que pesará sobre la nueva coalición es Afganistán. Si bien los dos líderes son partidarios de mantener la presencia alemana en la operación de la OTAN, la hostil opinión pública puede introducir un factor de perturbación.

A pesar de la afinidad ideológica, la convivencia entre Merkel y Westerwelle no será fácil e incluso puede convertirse en un factor permanente de inestabilidad.