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VENEZUELA | DESPUÉS DE 16 AÑOS DE GOBIERNO "SOCIALISTA", LA MOVILIDAD SOCIAL EN VENEZUELA ESTÁ SEPULTADA

Editor Noticiero DC |

La conmemoración de este Día Internacional del Trabajo, se produce en medio de la más amplia, profunda y dramática crisis, que afecta en su conjunto a toda la sociedad venezolana, pero de manera muy especial a la clase trabajadora del país
El pueblo venezolano ha sido llevado irresponsablemente a una situación angustiosa y desesperada, prácticamente de supervivencia, acogotado por una creciente pobreza crítica, una criminalidad desatada a extremos jamás vistos y una masiva marginalidad social que se agrava día a día.

Venezuela era un país en el que cualquier persona, aun habiendo nacido en condiciones de pobreza, tenía oportunidades de superarse mediante el estudio y el trabajo. El poder adquisitivo era tal, que el estudiante recién graduado conseguía trabajo y al poco tiempo podía obtener un crédito para adquirir su primera vivienda. Las desigualdades eran por diferencia de oportunidades y no por discriminación social. Ejemplo de ello fueron Carlos Andrés Pérez y Hugo Chávez, que habiendo nacido en hogares humildes de pequeños pueblos del interior del país, llegaron electoralmente a la presidencia de la república.
La movilidad social no solo se paralizó sino que se revirtió con signo negativo, es decir, hacia abajo, entre otras razones, porque los programas sociales de corte populistas y asistencialistas, lejos de ser instrumentos para promover la independencia económica y la autonomía personal y familiar, se han limitado a estimular una sociedad sumisa, clientelar, estancada y dependiente de los recursos Estado para poder subsistir. Cada vez hay más pobres y las políticas oficiales están dirigidas a mantenerlos en la pobreza. El gobierno ha utilizado los programas sociales no para liberar a los pobres sino para dominarlos, para controlarlos, los necesita así para avanzar en su proyecto de implantación de un régimen totalitario de carácter comunista.
Con la incautación y cierre de empresas del sector privado y con la intervención de numerosas fincas, equivalentes a más de 8 millones de hectáreas (hoy invadidas o abandonadas), se ha destruido fuentes de trabajo productivo en el país; y con la impresión de dinero inorgánico y el manejo arbitrario y discrecional del mercado de divisas, ha aumentado considerablemente la inflación y la corrupción. La inflación, como se ha dicho muchas veces, es el impuesto más perverso que pagan los trabajadores.
Es un hecho inocultable el estruendoso fracaso del modelo de desarrollo soportado en la estatización a ultranza de la economía y en el mantenimiento de los controles, pero la cúpula gobernante se niega a cambiarlo porque es la fuente más importante para la generación de riquezas mal habidas.
El pensamiento social cristiano, cuya expresión política nacional la representa el Partido COPEI, ha tenido a través de la historia una clara identificación con las luchas e intereses del movimiento de los trabajadores y ha sido fuente inagotable de carácter doctrinario, para fundamentar sus postulados, aspiraciones, denuncias y planes de acción.
Este pensamiento que se estructura a partir de la promulgación por el Papa León XIII de la Encíclica Rerum novarum en 1891, se ha ido enriqueciendo a lo largo ya de 124 años, tanto con las nuevas Encíclicas de varios Pontífices que han ido conformando la denominada Doctrina Social de la Iglesia, como con los aportes de numerosos pensadores laicos que han dado origen a los partidos demócratas cristianos y a la corriente sindical cristiana.
En el Día Internacional del Trabajador, reiteramos nuestro compromiso y comprensión con el mundo del trabajo. Compartimos los postulados morales de la Doctrina Social de la Iglesia, en el reconocimiento de la primacía del trabajo humano. Creemos que no se puede considerar al trabajo como un simple objeto, como una mercancía, sino como sujeto del hombre que trabaja, de su eminente dignidad y de los derechos inviolables que le son inherentes. Creemos en el trabajo como eje de nuevos sistemas tecnológicos, productivos y distributivos. Creemos en la participación consciente, activa y responsable de los trabajadores, en la construcción de un nuevo ideal democrático sustentado en la descentralización del poder, del capital y del Estado; en el desarrollo de innovadoras formas de organización empresarial afincadas en la participación, en el desarrollo de una nueva cultura fundamentada en la solidaridad. Creemos en la democratización sindical y en la autonomía de las organizaciones laborales de toda forma de sujeción o tutelaje por parte del Estado o de los partidos políticos. Creemos en el respeto a la dignidad del trabajo humano y en la promoción de los derechos y libertades de los trabajadores. Creemos que el desempleo, la miseria, la marginalización de crecientes sectores poblacionales, la carencia de viviendas, la desnutrición y la malnutrición de nuestros niños y jóvenes, la falta de educación, la deficiente atención médica y la ausencia de eficientes sistemas de seguridad social, constituyen la más grave afrenta al gentilicio venezolano y la más severa traición a los ideales bolivarianos de justicia y bienestar social.
Creemos y confiamos en los trabajadores de nuestro país, así como creemos y confiamos en los empresarios, en los profesionales y técnicos, en los jóvenes, en los militares, en los campesinos, en las mujeres, en los educadores, en los indígenas, en los venezolanos venidos de otras tierras, en fin, en todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Todos seremos necesarios para la reconstrucción nacional.
Finalmente, en reconocimiento y recordatorio a los héroes de las jornadas de Chicago, y frente a lo que acontece en el país, los social cristianos queremos repetir con Albert Parsons, dirigente de los Caballeros del Trabajo y uno de los mártires de Chicago, quien el 11 de Noviembre de 1.887 colocado sobre la trampa del cadalso y con la soga al cuello que lo enviaría a la muerte, expresó en grito agónico para la historia: ¡que se escuche la voz del pueblo!