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OPINION | ¡EL DINERO SÍ CRECE EN LOS ÁRBOLES! - MARCO VINICIO CEREZO BLANDON - COLUMNA INCEP

Editor Noticiero DC |

En el pasado, muchas veces escuchamos a nuestros abuelos y a nuestros padres responder en un tono contundente –cuando les pedíamos algún gasto a todas luces exorbitante– que "el dinero no crece en los árboles". A fuerza de escuchar repetidamente esta afirmación, muchas generaciones de guatemaltecos procedieron a botar cuanto árbol se interpusiera entre ellos y sus futuros ingresos, y un país otrora cubierto de bosques pasó a ser un país deforestado, cubierto de pastizales y cultivos anuales. A pesar de que la casi totalidad de nuestro territorio tenía una vocación forestal –y no agrícola– el cortoplacismo financiero de los unos y las apremiantes necesidades de los otros nos hicieron perder uno de los más grandes patrimonios económicos con los que contaba la nación: nuestros bosques.

Hoy en día, sin embargo, comprendemos cuán equivocada estaba (en este caso) la proverbial sabiduría popular: los árboles, entre otras cosas, nos proveen de madera (y de sus infinitos usos), de leña, de resinas, de frutos, de granos, de fibras, de abono y de alimento para ganado, entre muchos otros productos tangibles y mercadeables. Pero también nos proveen de sombra, regulación del clima, retención de humedad en los suelos,
protección contra derrumbes y deslaves, protección de cuencas y nacimientos, fijación de nitrógeno, regeneración de suelos, protección de biodiversidad, paisajes para el turismo y fijación de carbono, entre muchos otros servicios ambientales –que aunque no se venden en el mercado, tienen un enorme costo de reposición cuando desaparecen–. Quienes venden arbolitos de Navidad, muebles y casas de madera, tablas, mangos, naranjas, semillas de marañón o de macadamia, resina de hule, galletas de ramón, celulosa vegetal para papel, chicle natural, pimienta gorda, semillas, pianos, clavecines, guitarras, leña, rambután, mandarina, postes de alumbrado público, pérgolas, quioscos, decks y juegos de madera para niños saben muy bien que "¡el dinero sí crece en los árboles!".
Adicionalmente, cuando recordamos la sabiduría ancestral de los antiguos campesinos y sabemos combinar los árboles con otros cultivos (que crecen felizmente bajo su sombra), podemos establecer verdaderas maquinitas de dinero que, además de producir madera, pueden generar ingresos de múltiples maneras: bajo una plantación forestal, podemos sembrar café, cacao, cardamomo, xate, palmas de "confra" (para techos), pimienta negra e innumerables otros cultivos.
De esta forma, con estas combinaciones que los expertos llaman ―sistemas agroforestales, podemos producir ingresos económicos bajo el bosque, mientras esperamos que los árboles lleguen a su tamaño de cosecha forestal.
Pero lo más importante es que, además de ser un buen negocio para quien los siembra, los árboles –de todas las especies y para todos los usos– contribuyen al bienestar de toda la colectividad: al proteger los bosques remanentes y al sembrar muchos árboles, estamos también protegiendo nuestras cuencas hidrográficas y nuestras fuentes de agua, reduciendo los riesgos de derrumbes y deslaves, manteniendo el paisaje para el turismo, conservando especies amenazadas de flora y de fauna, y fortaleciendo la seguridad alimentaria de la Nación.
En otras palabras, conservar los bosques remanentes y sembrar más árboles –¡muchos árboles!– es el mecanismo más barato y eficiente para enfrentar el cambio climático en Guatemala y sacar de la pobreza (en el mediano y largo plazo) a miles de familias campesinas.
El dinero sí crece en los árboles. Pero sembrar y cosechar un árbol requiere de una perspectiva económica de mediano y largo plazo: no es compatible con la mentalidad del negocio rápido, la comisión o el calendario electoral (de apenas cuatro años). Necesitamos pensar en el desarrollo forestal y económico de Guatemala con una perspectiva de largo plazo. Y para impulsar este cambio de mentalidad, necesitamos un Instituto Nacional de Bosques (INAB) fortalecido, una asignación completa y puntual de fondos para el Programa de Incentivos Forestales (PINFOR), esquemas innovadores de apoyo al pequeño productor forestal, y un sistema financiero y
bancario más acoplado a los horizontes de planificación del sector forestal. Pero sobre todo, necesitamos un Gobierno, un sector privado y un sector campesino alineado y unido en esta vital estrategia económica y ambiental para Guatemala.
* El autor es Ex candidato presidencial del partido Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG)