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#OPINION. Educación en libertad

Editor Noticiero DC |

*POR CARLOS ANTONIO SOLIS TEJADA

Es un hecho que la educación académica está en crisis y que los que se llevan la peor parte son los pobres. La verdad es que hoy día Juanito no sabe sumar, habla y escribe mal el español y a duras penas balbucea el inglés (mucho menos esperen un milagro en mandarín); le gusta lucir sus mejores galas y habilidades musicales en noviembre, pero por favor no le pregunten qué se celebra durante ese mes.

Amarga sorpresa se llevarán sus padres cuando Juanito trate de ingresar a la universidad, pues resulta que el niño –que fue cuadro de honor– no pasó los exámenes de ingreso. Inevitablemente alguien debe tener la culpa, pero siempre debe ser el otro, pues la autocrítica brilla por su ausencia.

Al final todos esperan que el Estado nos brinde la panacea educativa que nos llevará a la dicha y prosperidad primer mundista. ¿Pero en verdad será así? Soy del pensar que el Estado no es la solución sino el problema. La educación pública estatal cumplió un gran cometido en alfabetizar en menos de medio siglo a un país analfabeta e ignorante. Pero, hoy por hoy, el aparato educativo estatal ha sido sobrepasado en su capacidad de acción por las nuevas realidades del país y del mundo.

Se requiere un nuevo enfoque que supere el paradigma del Estado como proveedor, evaluador y promotor de la educación en el país. Hay que liberar el sistema educativo del yugo estatal y sindical que lo asfixia, devolviéndoles a los padres de familia el rol que les asigna la Constitución en materia educativa y que habían abandonado en manos del Estado y los gremios magisteriales. Resulta más beneficioso para el sistema que el Estado se repliegue a un rol meramente evaluador y regulador.

Privatizar o tercerizar es tabú en este país, pero ofrece una gran variedad de vías que permiten la adecuación y modernización curricular de forma natural a través de la libre competencia, sin los altos costos y traumas que una solución estatista conlleva con sus discusiones bizantinas sobre cuál es la mejor filosofía pedagógica a seguir o cuáles son los contenidos que debe tener; de cuánta plata hay que sacarle al contribuyente y cómo se mantiene el statu quo del personal de las escuelas.

Qué cosas necesitan saber, qué habilidades necesitan desarrollar, qué valores deben seguir nuestros niños, son decisiones que corresponden a los padres de familia y no al Estado. Si Juanito no sabe hablar, escribir, sumar o recordar la historia patria, es responsabilidad de los padres (y de Juanito por flojo), porque una vez detectado el problema deben resolverlo, tomando las medidas que requiera el caso; y es responsabilidad de la sociedad a través del Estado, que lo personifica, proveer las condiciones para que cada quien (estudiante, padres de familia y educadores) cumpla su deber y con el designio divino que el Creador les destinó.

Una forma de lograr la tercerización de la manera menos traumática posible es a través de una reformulación del seguro educativo, que pase de ser un simple impuesto que se reparte entre el Estado, los sindicatos y las universidades a un sistema de carácter privado, propiedad de los cotizantes; una Caja del Seguro Educativo que sea lo que la Caja de Seguro Social pudo haber sido si el Estado no hubiese metido sus manos; un fondo común que provea a los padres de familia de los fondos necesarios que subsidien o complementen los gastos para la educación que sus hijos necesiten en las mejores escuelas que el mercado educativo les puede ofrecer.

Su financiación podría ser tripartita, mediante los aportes del trabajador, el empleador y el Estado a un fondo común que debe ser administrado por profesionales expertos que lo hagan crecer. De esta forma, el Estado podría tercerizar las escuelas a entes como cooperativas de educadores, iglesias, asociaciones vecinales, etc. Devolviéndole así la educación al pueblo.

Pero la mayor virtud de este cambio radical es que le permite al Estado priorizar sus gastos en educación en aquellos más necesitados, los más pobres entre los pobres, dotándolos de mejores condiciones de aprendizaje, finalmente, sacándoles de la pobreza y de la necesidad de ser asistidos por el Estado. Al Estado solo le quedaría el rol de evaluar bimestralmente el progreso del estudiantado del nuevo sistema a través de exámenes universales estandarizados por nivel, con parámetros internacionales que permitan determinar su pase y permita evaluar si las escuelas están cumpliendo con su rol sacando del mercado aquellas que no cumplan su cometido. De esta manera se incentiva la competencia y un alto nivel en la oferta académica.

La educación superior debe ser regida por un ente superior imparcial, con participación de los gremios profesionales como evaluadores de las carreras y sus egresados y no por las universidades estatales, logrando con ello y desterrando el mercantilismo imperante en la educación superior privada y sacando de su letargo a la educación superior pública.

El problema educativo necesita una pronta solución que ataque sus problemas de raíz, sea cual sea la solución, esta debe ser la más creativa y práctica posible; para lograr su implementación, rápida y exitosa, solo se necesita tener una mente abierta a romper paradigmas.

¿Qué piensa usted?