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ESPAÑA | RAJOY SERA CANDIDATO DEL PARTIDO POPULAR

Editor Noticiero DC |

Hace diez años Mariano Rajoy acababa de perder sus primeras elecciones generales y estaba a punto de salir indemne, al lado de la presidenta del Partido Popular de Madrid, Esperanza Aguirre, de un accidente de helicóptero. En su partido, muchos de los suyos le daban por acabado políticamente. Hoy, al llegar a los 60 años, es el hombre que puede presentarse como el que salvó a España del rescate y el que obtuvo la mayoría absoluta más grande que puede que la derecha tenga jamás.
Hoy, en su entorno más próximo, se sorprenden cuando se les pregunta por el balance de la carrera política de Rajoy. No ven que se acerque el final, sino que todavía miran más al futuro que al pasado. Algo que sorprende en estos tiempos en los que triunfa el mantra que defiende las bondades de lo nuevo sobre lo viejo y en los que se impone pensar que se abre una nueva etapa en todo, también en la política. Rajoy comienza otra década, y contra pronóstico, los que están más cerca de él, los que más le conocen, coinciden en sostener que todavía le queda «casi todo» por hacer. Otra candidatura y «mucho más en el Gobierno», afirman en su Gabinete. Rajoy ha pasado por todo en su dilatada carrera política. Fue el joven que parecía ya mayor a los veinte años; el gallego de Alianza Popular dentro del PP que empezaba a andar, a sus treinta; el ministro de todo y padre tardío a los cuarenta. El político derrotado contra pronóstico que se empeña en seguir buscando la victoria en la que su partido no cree y que gana, por fin, y alcanza La Moncloa ya muy entrados los cincuenta.

El presidente del Gobierno insiste cada vez que tiene oportunidad en recordarle a su partido, o a su militancia en los mítines, que él empezó en política pegando carteles. Hasta se lo recordó al ex presidente del Gobierno José María Aznar en la Convención Nacional que el PP celebró a finales de enero. «Algo sé de este partido», advirtió. Y claro que sabe, lo sabe todo. Porque él ha estado en las «cocinas» de Génova, ha dirigido campañas electorales y ha sobrevivido hasta al «aznarismo», del que formó parte. De entonces, arriba, sólo queda él. Después de dos derrotas electorales en unas generales, viniendo de una mayoría absoluta del PP en la que recibió la herencia de la dirección del partido, Rajoy fue capaz de reinventarse y hasta de reinventar de nuevo la teoría del centro de la que vivió Aznar mientras estuvo en el poder. Y en el camino fue provocando bajas tan sonoras como las de Ángel Acebes, Eduardo Zaplana..., o la más reciente, de Ana Mato.
Entre quienes le acompañarán esta vez en la batalla por revalidar la victoria de las generales de 2011 dicen que frente al análisis que hacen sus adversarios, «la experiencia», la edad de Rajoy, puede ser una ventaja para él en los comicios que se celebrarán a finales de año. Ante la sensación de inestabilidad, de cierto caos, «tener experiencia puede ayudar a dar seguridad a nuestros votantes y a votantes menos definidos ideológicamente», sostienen.
Y aun siendo conscientes de que esta Legislatura ha pasado factura a la imagen del presidente del Gobierno, suceda lo que suceda en los exámenes electorales previos a las generales, su candidatura no se discutirá. Dentro del PP no hay quien le tosa y tiene garantizado el cierre de filas hasta noviembre por mal que vayan las cosas. El presidente cree firmemente que el PP volverá a ganar en las generales y mantendrá el Gobierno, aunque sea sin mayoría absoluta. Pero es que además sus críticos de 2004 y de 2008 o no están ya o, como es el caso de Esperanza Aguirre, no tienen capacidad de moverle la silla. Y quienes pueden venir en el futuro nunca se levantarán contra él antes de una derrota en las generales. De hecho, hay quienes ya especulan sobre relevos en la próxima candidatura a La Moncloa si las cosas fueran muy mal al PP en este año electoral. Apuntan, por ejemplo, al nombre de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, como alternativa para frenar el desgaste de esta complicada coyuntura, pero estas especulaciones las alientan justo quienes menos están en las «esencias» de lo que se mueve en el Gobierno y en la dirección del partido.
Dentro del Gobierno no hay discusión sobre que Sáenz de Santamaría es la «mano derecha» de Rajoy dentro de su Gabinete. La lealtad que ésta le ha demostrado desde la etapa en la oposición, su eficacia, su capacidad de trabajo y su discreción le han hecho merecedora de la máxima confianza del presidente. Y quienes más cerca están de Rajoy no tienen ninguna duda de que la vicepresidenta seguirá siendo la pieza principal del Gobierno si el PP gana las generales y Rajoy continúa en la Moncloa. A partir de ahí, el tiempo dirá hasta dónde puede seguir subiendo la carrera política de la vicepresidenta.
Rajoy llega a los sesenta manteniendo la austeridad en su círculo de confianza que ha practicado desde que está asumiendo responsabilidades en la primera línea. No le gustan los enredos internos ni los excesos de protagonismo dentro de su equipo. Tampoco las distorsiones en el mensaje. Y acostumbra a dejar hacer. Escucha y casi todos los que salen de su despacho lo hacen sin saber del todo si Rajoy va en una dirección o en la contraria. Ha demostrado que sabe manejar los tiempos hasta desesperar a sus adversarios, externos e internos, y vencerlos por aburrimiento o porque éstos acaben dando un paso en falso. Aunque esta manera de manejar los plazos, de agotarlos a veces hasta el extremo antes de tomar una decisión, también le han agrandado en ocasiones el alcance de los problemas con los que ha tenido que lidiar. A Rajoy, no obstante, resistir le ha servido muchas veces para sobrevivir. El retrato del jefe del Ejecutivo en estos términos viene de uno de los ministros más veteranos del Gabinete.
Según sus allegados, Rajoy está convencido de que todavía tiene mucho que hacer en política. En la nacional y en la europea. Ahí está la canciller alemana Ángela Merkel, a punto de cumplir los 61 años, señalan desde Moncloa. Pero él y su equipo saben que el camino que tiene por delante está lleno de obstáculos. Paradójicamente, su enemigo más adverso al inicio de esta Legislatura, la mala situación económica, se ha convertido en su principal «arma» para intentar recuperar la confianza de los votantes desencantados y para captar el voto indeciso. Y la inestable situación política es su principal adversaria. Rajoy es consciente de que las mayorías que hoy conocemos pueden cambiar en este año electoral. Pero él sigue creyendo, porque así se lo dicen sus consejeros, que los partidos emergentes no entrarán con tanta fuerza como aseguran hasta ahora las encuestas. Cree que la mejoría económica será el seguro de vida del PP y atenuará las consecuencias del desgaste por la gestión de la crisis y por la pérdida de credibilidad que ha sufrido el PP en estos años en materia de lucha contra la corrupción. El tiempo irá aclarando en qué medida acierta su previsión.