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ESPAÑA | SOCIAL-CRISTIANISMO PROGRESISTA: ANDONI ORTUZAR

Editor Noticiero DC |

Suelen decir los críticos con nosotros, con los abertzales, que el nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando. A mí me pasa justo al contrario: cuanto más viajo, cuanto más conozco otras realidades, más creo en la nación vasca y en el camino que hemos emprendido hacia la libertad y más creo que el PNV es un buen instrumento para ello. No es autosuficiencia ni prurito. Es una constatación objetiva después de conocer, contrastar y compartir con otros representantes políticos y sociales otras realidades diferentes a la nuestra.

El pasado martes puse en el aeropuerto de Lima punto final a mi segunda visita a Sudamérica como presidente del Euzkadi Buru Batzar. Ha sido casi una semana, primero en Chile y luego en Perú. Dos países vecinos, con mucha historia cada uno pero muy diferentes entre sí, aunque el Pacífico riegue sus miles de kilómetros de costa consecutiva. Chile afronta un nuevo reto de transformaciones -no fácil- en sectores importantes de la mano del gobierno de Michelle Bachelet, que no ha empezado con buen pie y ha hecho perder a la presidenta casi la mitad de su tasa de popularidad. Los discretos resultados económicos (Chile ha crecido un 2% raspado, cuando estaban acostumbrados a tasas de más del doble), los problemas en la minería y la reforma del sistema educativo son algunos de los temas más frecuentes en las conversaciones no ya de los políticos chilenos sino de la ciudadanía de a pie, que muestra cada vez una mayor conciencia de la cosa pública y habla más abiertamente de política que en tiempos pasados. Las heridas abiertas por la dictadura se están curando y cicatrizando. Una buena noticia.
En ese marco, nos reunimos junto a representantes políticos, pensadores, filósofos, profesores de teoría política, dirigentes estudiantiles y sociales de varios países latinoamericanos más una delegación de Unió Democrática de Catalunya (UDC), para hablar del presente y del futuro del pensamiento demócrata-cristiano. No hubo nadie del PP español por allí, ni se le esperaba. Digo esto porque en el PNV todavía tenemos muy presente que, precisamente en una reunión en Chile, en el año 2000, fuimos expulsados de la Internacional Demócrata-Cristiana por la presión y el chantaje que Aznar y su partido ejercieron en aquel congreso. Ahora, el PP prefiere juntarse a la derecha chilena, dejando agraviada a la familia democristiana americana de la que teóricamente sigue formando parte. La realidad es terca y pone a cada uno en su sitio: al PP, con los suyos, con la derecha pura y dura; y a nosotros, compartiendo tribuna con la representación plural de lo que hoy es la democracia-cristiana y el llamado humanismo político. Espero que aquellos que se plegaron al chantaje del bigote autoritario de Aznar hayan aprendido la lección. En política, más vale calidad que cantidad. Y nunca -menos los humanistas- podemos aceptar el chantaje de la fuerza contra el más débil.
Vuelvo a la pluralidad del concepto democristiano, tal y como se constató en las diferentes sesiones. Un movimiento plural que, si bien se siente cómodo con los discursos y los hechos del nuevo Papa Francisco, se reafirma en su carácter exclusivamente laico, humano y social, y no tanto religioso. Un movimiento plural pero que en su gran mayoría se va situando en el espectro del centro-izquierda, en el social-cristianismo progresista. En Chile, el Partido Democristiano forma parte de la coalición de gobierno con el Partido Socialista, el Comunista y otros movimientos de progreso. Lo mismo pasa en Uruguay, donde los democristianos forman parte del Frente Amplio. Algo que nos reafirma a los del PNV en la política emprendida hace ahora 35 años en la construcción de la nueva Euskadi, ese positivo experimento a la vasca de vía a la socialdemocracia avanzando desde el humanismo y no retrocediendo desde el trasnochado marxismo. Me vino a la cabeza cómo el lehendakari Urkullu se había definido hacía poco como “socialcristiano”, un término que le gustaba mucho a nuestro siempre recordado Uzturre.
Fue para mí un orgullo poder presumir de socialcristianismo, de socialdemocracia humanista, hecho realidad en una Euskadi que es admirada y reconocida en el mundo por sus políticas sociales avanzadas y por la dimensión humana que intentamos darle siempre a la acción institucional. A los vascos, que tenemos demasiada tendencia a la severidad y la dureza con nosotros mismos y nuestras acciones, nos viene bien salir fuera y comprobar que se nos pone de ejemplo.
Y fue también ilusionante poder citar al lehendakari Agirre en textos escritos y remitidos allá por los años 40 y 50 al que luego fuera presidente chileno, Frei Montalva, y que conservan toda su vigencia. Textos que parecen escritos hoy y que vuelven a poner de relieve la inmensa talla de estadista y de persona del que fue nuestro primer presidente del Gobierno vasco. ¡Qué pena que le tocara vivir una época tan oscura y, sobre todo, qué pena de vida tan corta! Uno no puede dejar de pensar qué hubiera sido de nuestra causa si el lehendakari hubiera podido participar en el cambio político de Euskadi en los años 70.
El resumen de varios días de intenso debate parece una verdad de Perogrullo: la política, las instituciones, la acción pública, deben estar al servicio de las personas. Pensará alguno que lea esto que para llegar a esa conclusión no hacía falta ir hasta Chile, ni tantas horas de sesudos diálogos y ponencias. Ya. Puede ser. Lo que pasa es que la realidad, la vida diaria, la historia, nos demuestran que ni es tan sencillo ni siempre se consigue, aunque se ponga voluntad en ello. Y es ahí donde interviene una variable fundamental: cómo se hacen las cosas, además de las cosas que se hacen. Y es ahí donde surge con fuerza la tercera vía de entender y hacer política. Frente a esa derecha globalizante que fía todo al mercado y a esa izquierda sin brújula que piensa que todas las respuestas están en el Estado, estamos los que miramos a la gente para saber lo que hay que hacer y cómo debemos hacerlo. Una manera de entender la política que ha sido característica de nuestro partido desde siempre y que explica que -como citaba en mi ponencia en Chile- el PNV se posicionara a favor de la democracia y la república en el 36; que Euskadi fuera el primer lugar en el que se instaurara el salario mínimo de inserción social, hoy evolucionado a la Renta de Garantía de Ingresos; que tengamos un sistema sanitario, educativo y de protección social progresista que nos está permitiendo pasar esta dura crisis económica y social. Después de oír y ver esas otras experiencias por el mundo, nos reafirmamos en esa tercera vía también para Euskadi y para Europa. La gente, las personas, la solidaridad. Ahí está la clave para cualquier representante político o institucional.
Es algo que hemos querido ofrecer también en Perú. Un país en construcción a pesar de tener casi doscientos años. Un país que necesita institucionalizarse, hacerse más sostenible y creíble ante su propia sociedad. El modelo vasco parece que puede ser una buena opción para ellos. Pues si les podemos ayudar, lo haremos. Es otra característica de este nacionalismo del siglo XXI que encarna el PNV: la apertura y la fraternidad con otros pueblos y nuestro deseo solidario de construir un mundo mejor. Por eso, lo dicho: cuanto más viajo, más abertzale regreso.